domingo, 30 de noviembre de 2014

LA SOLEDAD


Los lazos que construimos se fundamentan en el apego, desde niños se establece una relación de apego hacia los padres, hay una necesidad de compañía y de obtener el interés de alguien para que nos alimente y supla nuestras necesidades, pero cuando ese alguien se convierte en una constante en nuestras vidas, se establece una relación de apego en la que deseamos la compañía constante del ser con quien mas se ha compartido, pero esta característica no es exclusivamente humana pues muchos otros seres establecen una relación de apego no sólo hacia su misma especie sino hacia cualquiera que le haya dedicado el tiempo suficiente para hacerse necesario ; no obstante, no es un asunto estrictamente sentimental, los seres vivos necesitamos interactuar con otros en pro de la supervivencia, es casi un instinto natural de conservación, la diferencia entre unos y otros radica en la capacidad de afrontar la perdida o ausencia de aquellos seres que han tomado importancia en la vida.


 Los seres humanos a diferencia de otros, reaccionamos de forma negativa ante la separación, no sabemos afrontarla y provoca dolor, angustia,  tristeza, rabia, impotencia, resentimiento, venganza, negación; pero no es sólo la ausencia física la que conduce a dichos sentimientos, pues lo que los seres humanos deseamos es una correspondencia emocional y cuando no se siente, se empieza a cargar un peso cada vez mas grande y  doloroso.


 El perder algo que se creía o se sentía ganado genera reacciones distintas en las personas: algunos se ahogan con el dolor y la tristeza, otros se pierden entre la ira y el resentimiento, otros deciden construir un muro fuerte que los mantenga alejados de los demás, otros son atrapados por el miedo; hay muchos que se sienten incapaces de interactuar y prefieren apartarse y encerrarse en si mismos, lo claro es que sea cual sea la decisión que se tome, ya nada produce felicidad; se ve reflejado incluso físicamente, muchos se tornan de hombros caídos y cabeza gacha, el ceño fruncido, la mirada triste o desesperada, es difícil adivinar si detrás de ella hay dolor o rabia, quizá porque hay un poco o mucho de las dos, pues a pesar de que la soledad es una realidad para todos, es muy difícil aceptarla en la vida como algo normal. Para ningún humano la soledad es agradable, por el contrario, es tan repugdiada que se prefiere no creer en ella, negar su existencia; es sólo cuando se experimenta una pérdida que la soledad incrementa su peso. Todos sabemos que forma parte de la vida, pero cuando se es correspondido emocionalmente, la soledad pierde su fuerza, es como si nunca hubiese existido o como si su brazo no alcanzara a llegar; en ocasiones pierde tanto su fuerza que muchos hablan de ella con indiferencia, como si realmente no importara o como si fuera bueno y deseable vivir en soledad.

Es imposible dejar de estar sólo, no importa con cuantos se comparta, que tan interesante, atractivo o popular pueda ser; la realidad es que siempre estaremos sólos y es únicamente cuando se tome conciencia de ello, cuando se podrá superar la tristeza que culturalmente acompaña a la soledad. 

La soledad no es sólo algo mío, es de cada uno de los seres que habitan el universo; es lo que nos da independencia y nos hace únicos; sin embargo, así como cada célula de nuestro cuerpo esta sola y tiene sus propios objetivos; también forman parte de un conjunto y al ineractuar logran hacer funcionar muchos organismos. 

Los animales experimentan la soledad y se entristecen cuando son abandonados por el ser que causa sus apegos, sin embargo no se quedan en la tristeza de la ausencia, se concentran en la alegría de cada momento y en la felicidad de algún eventual encuentro.

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