Mirar atrás y recordar esas charlas fascinantes
que duraban toda una noche y parecía quedar mucho mas por hablar; esa sensación
de placer inmenso, que no llega a ser sexual pero que inunda de emoción el
pecho, es como cuando se ve pasar a la persona que a uno le gusta, quizá menos
intenso, pero más duradero. Encontrar a alguien así capaz de despertar tan
profundas sensaciones, se complica cada vez más con el tiempo, llega la
resignación y se deja de buscar el placer intelectual y sólo queda conformarse
con el físico.
No obstante, hay pequeños instantes en los que se
logra vislumbrar en uno u otro individuo algo de aquello que tanto se ha
deseado, se goza, se disfruta al pensar que quiza pueden volver a llegar
placeres tan intensos para la mente, pero es sólo la ilusión; poco a poco se
van evaporando.
El corazón desesperado busca aferrarse a lo que
sea, a espejismos o migajas; empieza a fantasear, hace del otro un súper héroe
con la loca ilusión de que realmente lo sea; no importa si es verdadero o
falso, es el deseo de volver a vivir lo que otros antes le proporcionaron,
aquel placer intelectual que se resume en un orgasmo.
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